23.5.08
Sudo. Calor. Supongo que, a falta de coherencia, acudiré torpemente a la palabra "como". La sed, como una humedad hambrienta, consume lentamente, como un lastimero rayo de sol, las horas. La garganta se cierra como un puño encolerizado, el paladar y la hiel, los poros abiertos como una boca famélica. Y es imposible incorporarse, ir al refrigerador y beber, no ahora, no cuando la noche brinda, tras los párpado, una escena tan peculiar: una pista de tartán dentro de un hospital estéril, anticlimático, los rostros de los doctores escondidos tras lentes y boquillas, los vientres de los pacientes expuestos, revueltos como un pescado en el supermercado.
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Ahora si no te entendí nada seguramente porque escribiste esto a las 5 am.
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