28.8.07

..:: la carne y yo # 1 ::..

Roy Lichtenstein - Meat
acrylic/canvas 21 1/4" x 25 1/4" 1962

Objeto de perversión, símbolo de crueldad, paro cardiaco hecho músculo y tripas. Eso era para mí, mientras crecía, la carne. Mi madre, vegetariana desde la adolescencia, nos daba "cadáveres" a regañadientes, afirmando, siempre con indirectas, que era mala para la salud y portadora de mal karma. Recuerdo una historia familiar según la cual mi padre, harto del vegetarianismo tras el primer año de casado y abatido por un invierno tenaz en Urbana, Illinois, fue a un McDonald's y compró la hamburguesa más rica del universo. "Jamás algo me había sabido tan bien", relata. Lo imagino, flaco como estaba, con el pelo a la George Harrison, devorando la Big Mac con los ojos cerrados. Una gota de catsup derramada, la sangre del sacrificio sobre la nieve del Medio Oeste. La carne adquirió entonces un simbolismo de doble filo en mi espectro moral infantil: por un lado, la libertad, la gozosa culminación de los deseos; por el otro, una velada traición. De niño jamás fui vegetariano como tal, pero evitaba comer "animales muertos", justificando que ellos no me comerían a mí. Como si fuera la promesa de un rito de pasaje o de la adultez, mi madre me decía: "Cuando termines de crecer, podrás decidir si aceptas el vegetarianismo".

¿Terminé de crecer ya?

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David Miklos dijo...

We are meat, Francis Bacon dixit.