18.10.07

..:: gillete ::..


Fue un impulso repentino, nacido del instinto. 6:50 de la mañanana: frente al espejo cubierto por una capa delgadísima de vapor, palpo mi rostro, o más bien la gruesa capa de vello que lo cubre. Pienso que hace años, seis, quizás, no veo mi cara desnuda, sin esa maraña negra que me da un look de pordiosero o rockero o talibán –reciente el 9/11, en La Jornada apareció una foto de mi improbable doble, un afgano que empuñaba su cuerno de chivo–. Tomé el rastrillo, llené mi cara de un gel que se transformó en espuma y comencé a quitarme la barba en un proceso largo, de media hora. La navaja se atoraba con la barba, como una hoz cortando un pasto largo y descuidado. Al terminar, era el yo de la preparatoria, pero con más arrugas. No recordaba tener una boca tan pequeña, de maniquí. Sin la barba, me parezco más a mi madre que a mi padre. Ayer, pocos me reconocían. Los que sí, me llamaban "hermano menor de César".

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