12.5.08


A veces los días transcurren sin que uno se de cuenta. Pasan las horas, y la página de entradas nuevas del blog, esta página, espera como los que perdieron el último tren. Se siente un vacío al cerrar los ojos por la noche: hoy no escribí nada, se repite uno, mientras la televisión (G no puede quedarse dormida sin la luz de la pantalla) grita y llora y platica y toca una guitarra o una puerta. Pero sucede, el río de los días, tan lleno de tumultos y a veces tan vacío de palabras. Mudo. Sepultado bajo un aluvión de cartas y signos indescifrables. Luego uno piensa que no importa, que nadie lee este necio tecleo, que el mundo sigue su curso con o sin mis palabras. Y luego no. Luego pienso en las palabras que han cambiado mi vida ("here we are now, entertain us", "every artist is a cannibal", "yes we can", "so it goes") y me convenzo de que un día, tan lejano como el kilómetro 42 para un maratonista novato, un día a alguien le importará mi balbuceo. Y cierro los ojos, y recomienzo. La vida, pues.

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Rodolfo Anzaldua dijo...

Dude you rock! even with your words!