11.8.08

..:: the edwards affaire ::..


En la política nada es fortuito. Si estábamos esperando un as bajo la manga en la contienda presidencial de Estados Unidos, es éste: se acaba de revelar –porque, recordemos, la cama es un campo de batalla en la política estadounidense– que John Edwards cometió adulterio durante los albores de su reciente campaña por la presidencia, en 2006. Como bien sabe Bill Clinton, el acostarse con otra mujer y ser, a la par, uno de los portadores de los ideales de un pueblo de mentalidad mojigata pero acciones no tanto, como Estados Unidos, no es una buena combinación. Además, a la esposa de Edwards le acababan de detectar un cáncer incurable.

Pero a qué viene a cuento con la álgida y muy cerrada contienda entre Barack Obama y John McCain. En principio, Edwards sponsoreó a Obama, y como sabemos los republicanos son expertos en eso del guilt by association. Segunda, y más importante, el factor Clinton. Si de por sí las huestes del Partido Demócrata ya están polarizadas tras las primarias, este secreto revelado las separará aún más. Cuando a inicios de año se realizó el caucus en Iowa, el destino de Clinton y Obama se selló. Fue entonces que el "Yes we can" se tornó en una realidad, en un sueño posible. Obama quedó en primer lugar, Edwards en segundo y Clinton en tercero, atrás de John por apenas dos décimas. Si el "Edwards affaire" se hubiera dado a conocer antes, muy posiblemente Hillary hubiese arrasado en Iowa, pues sus votantes y los de Edwards tienen el mismo perfil demográfico. El momentum habría sido suyo, y Obama hubiese tenido que asumir la posición del underdog, un lugar que, dado su caracter un tanto mesiánico –con lo poco bueno y lo mucho malo que esto implica–, no le queda, no sabe manejar.

Aún espero que gane Obama, pero los juegos políticos comienzan a adquirir un rostro. Habrá escándalos como éste, habrán broncas raciales, habrán amenazas de muerte. Gane o pierda, Obama correrá el riesgo, además, de convertirse en una caricatura de sí mismo. O es el tipo que todos esperamos, aquel líder con cierta calidad moral y un judgment de hombre sabio, o es un Stalin en potencia, si es que se deja llevar por el ego y la reivindicación racial. La historia, y los muertos, tendrán la última palabra.

Yo, por lo pronto, me uno por primera vez a los optimistas, aunque la realidad dicte otra cosa. Yes-We-Can.

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